¿Qué significa ser libres? Por Félix Luna
Que yo sepa, la palabra independencia tardó tres o cuatro años en incorporarse al vocabulario revolucionario en las Provincias Unidas del Río de la Plata. Más bien se hablaba de libertad y el concepto de emancipación se reservaba para una etapa posterior, cuando las armas patriotas alejaran el peligro de una derrota. Cuando Alvear tomó Montevideo, esa pistola que desde 1810 apuntaba al pecho de la revolución , recién entonces empezó a hablarse abiertamente de independencia, aunque ya para entonces estas tierras tenían bandera, himno, moneda y gobierno propio. Pero los dirigentes porteños eran cuatos y avanzaron solo paso a paso. Cuando en 1816 el Congreso de Tucumán proclamó solemnemente la independencia, esta ya era una circunstancia irreversible que los congresales se limitaron a homologar.Múltiples sentidos Independencia era, pues, una patria libre de toda dominación extranjera. Pero la palabra fue cambiando de connotación con el transcurso del tiempo. Para Echeverría ser independiente incluía una cultura propia. Para Rosas, la independencia era el ejercicio irrestricto de lo que hoy llamaríamos soberanía. Los organizadores del país y los hombres del 80 fueron celosos de la independencia política pero entendieron que una nación periférica como la Argentina tandría que hacer concesiones a los intereses extraneros si quería alcanzar objetivos de progreso que la robustecieran. Yrigoyen produjo algunos gestos y palabras en el campo de la políticca internacional que expresaban una mayor autonomía de decisiones: tal, la neutralidad o la no incorporación a la Sociedad de las Naciones. En las décadas de 1930 y 1940, sectores nacionalistas batieron el parche sobre la independencia económica y Perón declaró que esta era una realidad, en Tucumán, en 1946.Los ejemplos podrían seguir, pero quiero decir que aquella vieja palabra que en el nacimiento de la Patria movilizó tantos sueños y tantos esfuerzos, fue ampliando su significación. No importa que las inclusiones hayan sido algunas veces pretextos para recursos políticos o que tuvieran un alcance puramente retórico; lo cierto es que los argentinos sentimos hoy que aquello que se proclamó hace casi 170 años es una concepción bastante más compleja que la de entonces. En un mundo tan embarullado como el de hoy, ningún país puede pretender una independencia absoluta: el solo hecho de adherir a Naciones Unidas y a muchos de sus organismos derivados restringe en alguna medida la independencia. Pero esta no puede limitarse tampoco a los ritos formales de nuestros símbolos patrios. Creo que los argentinos hoy centran la idea de la emancipación en la capacidad del país de decidir según sus propios intereses dentro de una razonable convivencia internacional y de una prudente relación con las naciones más poderosas. Esto parece obvio, pero debe completarse con la posibilidad de que nuestros compatriotas tengan un acceso posible a los bienes físicos y espirituales que hacen a la vida algo digno de vivirse. Dicho de otro modo, que sientan que nuestra condición de país independiente es un valor defendible, que vale la pena serlo.